Pensó que mudarse de casa…mas ya sintió su presencia la misma noche que se instaló. Podía percibir como rondaba, todas las noches, por el viejo edificio. Dueña del espacio, la oía vagar libremente como mariposa. Simón aseguraba verla pasar al trasluz de la puerta de su recámara…amanecía con la impresión de que había movido levemente las cosas de lugar…
Un día notó la ausencia de un frasquito en su estantería de etiquetas para codificar la realidad. -Ya estuvo- se dijo Simón y se propuso firmemente deshacerse de ella. Acudió a todo tipo de especialistas en la materia (o inmateria). A partir de ahí, salía de la habitación con sigilo, auscultando con cuidado los recovecos de la sala donde había instalado los artilugios recomendados. Pasaron los días llegando a ser semanas y, Simón, creía ver cambios de trato hacia él en la gente que lo rodeaba….en su mirada podía verse reflejado el miedo y odio por partes iguales. Ante la evidente ineficacia, desistió de los métodos de los iluminados. Esa misma noche soñó que se mataba a sí mismo y, él mismo, iba recibirse. Despertó con la sensación de volver a nacer...en ese preciso instante, decidió dejarle una nota. Agarro el lápiz y, respirando el valor que entraba por la ventana, escribió: “le ruego que me devuelva el frasco etiquetado de tranquilidad y me deje en paz”. Lo puso sobre el petate de la sala y volvió a la cama. Confiado en que leería la nota no le importo oírla, incluso le resulto un sonido agradable y durmió plácidamente. Amaneció descansado y, al cruzar la sala, agarró el papel del suelo. Simón sentía una agradable sensación de que todo estaba en su lugar. Mientras tomaba el café, leyó de nuevo la nota…tuvo la impresión de que iba dirigida a él…
kuki sapere aude (Simón, camara, vientos, arre….)
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